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La mayoría de nosotros tenemos deudas. Muchos utilizamos tarjetas de crédito. Demasiados de nosotros vivimos de cheque en cheque, sin tener nada ahorrado. Sin embargo, hay una salida: una simple pregunta...
¿Lo necesito o lo quiero?
No lo necesitas todo. Eso ya lo sabes. Evidentemente, tomarse unas vacaciones porque sí, darse un capricho o comprarse un televisor más grande que la pared en la que está montado son cosas que se pueden disfrutar... hasta que ves que sacan ese dinero de la cuenta. Estos artículos son claramente lujosos, y ningún asesor financiero los clasificaría como una "necesidad". Sin embargo, diferenciar entre "necesidad" y "deseo" puede ser más difícil de lo que se piensa. Comprar un teléfono de gama alta el día que sale al mercado es un deseo, y ser socio de un gimnasio es una necesidad... ¿verdad? Pues no. Puede que asocie la suscripción a un gimnasio a una forma de mantener y mejorar su salud, algo absolutamente necesario. ¿Pero el abono en sí? No la necesitas. Puedes pasar el día, la semana y el mes sin ella.
Si realmente sólo gastara dinero en lo que necesita, absteniéndose de todo lo que desea, podrá recuperar sus finanzas más rápido de lo que cree. Para ayudar a diferenciar entre necesidad y deseo, así como para ayudarte a ti mismo a cumplirlo, sigue estos consejos para reducir tus gastos.
Mantenga sus necesidades, necesidades. Como en el ejemplo del gimnasio, es fácil convertir una necesidad (mantenerse vivo) en un deseo (hacerse socio de un gimnasio caro). Lo más probable es que no sea tu intención... tu mente asocia una necesidad con una forma opcional y más agradable de conseguirla. Necesitas agua para vivir. Eso es indiscutible. ¿Agua embotellada? Puedes vivir sin ella. La comida es importante, y no pasas mucho tiempo sin ella. Pero no necesitas comprarla en Wendy's. Siempre que vayas a hacer una compra, determina si estás satisfaciendo una necesidad en su nivel más básico o si estás convirtiendo un deseo en una necesidad.
Juega al juego de la espera. Las compras impulsivas son reales y, sinceramente, bastante difíciles de evitar. Puede que no hayas pensado en una chocolatina en todo el día, pero en el momento en que ves una en la caja registradora, es todo lo que siempre has querido. Siempre que vayas a hacer una compra que no sea necesaria (alimentos, vivienda, servicios públicos, etc.), hazte algunas preguntas... ¿viviré sin esto? ¿Por qué lo necesito o lo quiero? ¿Tengo ya algo que satisfaga la misma necesidad? Si contesta con sinceridad, puede que acabe devolviendo el artículo a la estantería.
Eche un vistazo. Estás leyendo este blog en un dispositivo que probablemente posees... sólo con eso ya estás en bastante buena forma económica. Lo damos por sentado porque nos acostumbramos a ello, pero en el momento en que Internet se cae, nos damos cuenta de lo mucho que lo echas de menos. Lo mismo ocurre con lo que tenemos. No necesitas lo último, lo mejor, los lujos para tener una vida que te guste. El dinero no decide cuánto disfrutas, ni cómo apreciamos el mundo. Invita a un amigo a conversar. Salga a pasear. Los placeres sencillos de la vida suelen ser gratuitos, y tendemos a olvidar que están ahí. No te distraigas con lo que no tienes y disfruta de lo que sí tienes.
