Ahorrar dinero, ceñirse a un presupuesto, gastar con prudencia... todos estos conceptos suelen estar vinculados a actividades o artículos, a algo que hay que hacer o comprar. Es cierto: ahorrar dinero empieza con medidas que se pueden tomar. Pero cuando empiezas a ahorrar dinero, ¿alguna vez te has dado cuenta de que empiezas con fuerza sólo para decaer poco después? Es como empezar una dieta a principios de año: estás inspirado, preparado y dispuesto... pero luego acabas antes de darte cuenta. ¿Cuál es el problema?
A menudo no es cuestión de saber qué hacer o cuándo hacerlo. Todos sabemos que hay que comer verduras y hacer ejercicio, pero no siempre es así. En cambio, las cosas que prometemos hacer no atacan el meollo de la cuestión... el porqué. Es posible que se esté aferrando a malos hábitos de gasto sin ni siquiera saberlo, y puede ser difícil romper esa mentalidad sin abordarla de frente. Antes de elaborar su presupuesto, ahorrar dinero para los días de vacas flacas y buscarse un trabajo extra, debería examinar la lista de malos hábitos de gasto que aparece a continuación. Si sabes cuál es el problema, podrás identificarlo cuando aparezca en el mundo real y combatirlo.
To Heck With the Jonses. ¿Alguna vez has ido a casa de tus vecinos y te han enseñado su nuevo televisor? ¡Ocupa toda la pared! A lo mejor no ves más que fotos de las vacaciones en Instagram y recuerdas que hace tiempo que no te das un capricho. No es difícil entender por qué... A menudo se nos juzga o clasifica por lo que hacemos, lo que compramos y cómo nos presentamos. Pero cuando juzgas tu autoestima y felicidad en comparación con lo que otros presentan públicamente, es una batalla perdida. En lugar de eso, reflexiona sobre tus propios objetivos. ¿Mejorará de verdad este nuevo teléfono mi felicidad a lo largo de la vida, o sólo es bonito? ¿Es necesario un viaje al extranjero, o el gasto me traerá más problemas en el futuro? Siempre que una influencia externa esté moviendo la aguja de tus gastos, da un paso atrás, reflexiona y determina por qué estás pensando en hacer esa compra. Si es porque te sientes presionado por quienes te rodean, aunque sea indirectamente, deja de hacerlo.
Emociones encontradas. Todos somos culpables de algún tipo de terapia de compras, sea cual sea la forma que adopte. ¿Un día duro en la oficina? Unas cervezas pueden curar esa herida. ¿Estresado por la vida? Tal vez necesites ir a un spa o al campo de golf. Todos nos merecemos estos pequeños caprichos de vez en cuando, sin duda. Pero las pequeñas compras se acumulan, y cuando se cargan a la tarjeta de crédito, el tipo de interés no ayuda. Aquí está la cosa... ¿esa compra? No resuelve lo que te aqueja, simplemente lo aleja. Si te cortan un brazo, el Advil ayuda con el dolor, pero no te devuelve el brazo. Identificar las compras emocionales antes de que se produzcan puede ayudarte a abordar lo que realmente importa: la razón principal por la que actúas emocionalmente. Ataca el asunto de raíz, y no tomes Advil por tu brazo perdido.
El tiempo pasa. On Puede que hoy seas joven y estés sano, pero nada dura para siempre. Es duro afrontarlo, pero la realidad es que a la vida no le importa mucho cuál sea tu presupuesto. Las emergencias ocurren y rara vez son gratis. En algún momento querrás jubilarte, y querrás tener algo a lo que recurrir. Incluso si tu presupuesto va bien para el día, el mes o el año, tienes que pensar en las repercusiones a más largo plazo. La vida es un juego largo... el más largo que jamás jugaremos. Si tu presupuesto no tiene en cuenta las próximas décadas, unas pocas compras hoy te pueden perjudicar cuando realmente lo necesites.